Durante cinco años, el poeta y sociólogo Darío Canton publicó una revista atípica, constituida por veinte “tentempiés de poesía” de entre cuatro y seis páginas en papel manila, con poemas que Canton seleccionó de libros propios por editar. La tapa incluía la figura de un búho y un consejo a los lectores: “Lea despacio. Mastique bien las palabras”. Cada número era enviado por correo a un promedio de ochocientos lectores. La condición esencial para seguir recibiéndolo era una sola: contestar opinando sobre lo leído. Hoy, cincuenta años después de aquel primer número de Asemal, reconstruimos la historia de la publicación y los irremediables efectos secundarios que suelen venir de la mano con la lectura de poesía. De toda la poesía, pero sobre todo de la poesía de Darío Canton. Leer más